Kate Moss SmokingTanto la evidencia científica como la realidad nos hacen cada día más conscientes de los riesgos que entraña el consumo de tabaco. Estudios epidemiológicos ponen de manifiesto que fumar provoca enfermedades incapacitantes y muerte, no solo en los consumidores, sino en individuos que consumen aire contaminado por el humo de tabaco.

Cabe destacar que entre las enfermedades más conocidas derivadas del consumo de tabaco encontramos el cáncer de pulmón, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares entre otras. Pero una que nos sorprende debido a su reciente relación de causalidad con el consumo habitual de tabaco es la aparición de durezas crónicas en la planta del pie.

Recientes estudios han demostrado que las sustancias presentes en el tabaco, disminuyen la oxigenación de los tejidos, reduciendo el flujo sanguíneo, la capacidad de transporte de oxígeno y aumentando la viscosidad de la sangre. Además, deriva en una disminución de la cicatrización de la piel, la inhibición de la síntesis de colágeno, deshidratación, disminución de los niveles de vitamina C y rotura de las proteínas responsables de la elasticidad de la piel. Dicho en términos más sencillos, el tabaco disminuye la capacidad de regeneración de la piel. Teniendo en cuenta que las toxinas derivadas del consumo de nicotina se expulsan por las glándulas sudoríparas, entre otras estructuras, podríamos decir que la piel sufre una autointoxicación derivada de la secreción de esta sustancia.

Se ha demostrado que tras el abandono del hábito de fumar, el paciente recupera la estructura de la piel de igual forma que otras alteraciones como el sentido del olfato, la coloración de la piel del rostro o la capacidad cardiorespiratoria. Por ello, en pacientes fumadores que consumen 1 cajetilla o más al día y presentan durezas crónicas en la planta, se recomienda reducir el consumo hasta eliminar el hábito para solucionar la aparición de este tipo de lesión.